Gastronomía
Castellana y manchega, pero sobre todo monteña; así es la cocina de los Yébenes
No puede entenderse la rica gastronomía de esta comarca sin la aportación castellana a los asados. Tampoco existiría sin el influjo regional de las migas, el pisto o el gazpacho manchego, por poner sólo tres ilustres ejemplos. Pero el fundamento de la cocina monteña no se explica sin la aportación propia de las carnes de caza, las setas, la leche de cabra, la miel y la variedad de plantas aromáticas que se toman del monte, por poner sólo cinco ejemplos, igualmente ilustres esta vez.
Alguien decía que en la cocina la gracia la ponen los Montes, porque, quizás herederos de la ricos fogones pastoriles, ningún otro sitio como esta comarca para convertir un plato cualquiera en plato de reyes. Y es que el monteño cocina con lo mejor que da natura y lo mejor que da Dios: buena alacena, por una parte, cosa cierta, ciertísima, y arte y tiempo, por la otra, que ha de ser igualmente cierta de hacer caso a la Santa andariega, que, dicho sea de paso, entre fundación y fundación, alguna vez también gozara Yébenes.
Tomen pronto asiento y disfruten del corzo con trufas o del ciervo con setas o del jabalí con salsa de castañas; saboreen el gazpacho monteño, los bollos sopas o la sopa de gloria; degusten el asado de cabrito a las hierbas o las názulas de pastor... También sobrada es la fama de los derivados de la leche, donde destacan sus quesos: los de cabra, porque son tenidos como los mejores de la tierra de Castilla; los de oveja, porque se hallan entre los punteros de la Mancha... Y si no fuera bastante siga, "que no hay alacena más surtida de quesos y frutas confitadas y variedad de mazapanes. Y no entro en las buenas pitarras ni en los mejores vinos manchegos ni por no perdernos-, en los ricos licores de madroños, bellotas y otros frutos vueltos en alcohol harto pendencieros".
Los dulces de la zona se han ganado las mesas de España. Herederos del saber mozárabe, de la miel y de la almedra han dado lugar a exquisiteces como el mazapán o las lenguas de obispo.
